5 fechas para reflexionar sobre hiperconsumismo
Colores, luces y preguntas
Cada septiembre, octubre o diciembre, algo cambia en el ambiente: los escaparates se iluminan, los anuncios nos prometen “ofertas espectaculares” para Halloween, Navidad o Fiestas Patrias, y en redes sociales vemos corazones o huevos de chocolate hasta en la sopa.
No hay nada malo en festejar. Las fiestas patrias son motivo de orgullo, Halloween nos permite disfrazarnos, Navidad nos invita a reunirnos, el Día de los Enamorados es espacio de corazones, y la Pascua de esperanza. Pero esa atmósfera festiva también se desborda en consumo, residuos y campañas publicitarias que muchas veces borran la línea entre lo cultural y lo comercial.
En este artículo, queremos explorar cómo ciertas celebraciones modernas están cargadas, no solo de tradición, sino de marketing, qué implicaciones tiene eso para nuestro entorno, y cómo podemos celebrar respetando cultura, comunidad y planeta.
En Chile, las Fiestas Patrias generan un aumento del 30 % en generación de residuos, estimándose que durante 2022 hubo unas 30.000 toneladas adicionales de basura en esos días festivos. También, en esos días la contaminación del aire aumenta aproximadamente un 15 % en ciudades como Santiago, principalmente por el uso de parrillas de leña o carbón.
En Halloween es aún peor por su alcance global: un estudio de Reino Unido señala que de los millones de disfraces vendidos cada año, más del 80 % de los materiales en muchos casos son plásticos o derivados sintéticos, lo que se traduce en toneladas de residuos después de un solo uso.
Y llegando a fin de año con la Navidad, es quizás el fenómeno festivo de mayor envergadura, se reportan aumentos significativos de emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, un reporte del Stockholm Environment Institute calcula que sólo en comida, viajes, regalos y decoración durante esas fechas, se pueden emitir hasta 650 kg de CO₂ por persona en mercados como el del Reino Unido.
Marketing, tradiciones reinventadas y cultura pop
Muchas festividades modernas han sido impulsadas o transformadas por la cultura pop y el mercado: películas, series, publicidad masiva. La imagen de Santa Claus moderno roja y gorda, ingeniado por Coca Cola y popularizada por publicidades; y películas como The Nightmare Before Christmas, Hocus Pocus y series que refuerzan la estética de Halloween, son ejemplos de cómo el consumo aporta narrativa, símbolos visuales y normas culturales.
El Día de los Enamorados se ha convertido en un momento de alto gasto en flores, chocolates, cenas y experiencias románticas impulsadas por campañas publicitarias antes de San Valentín. En algunos países, el gasto global supera los decenas de miles de millones de dólares al año. (Aunque las cifras exactas varían).
Y la Pascua con los huevos de chocolate, los conejitos y las decoraciones no religiosas han ganado tanto terreno que para muchos las raíces con la semana santa se vuelven secundarias frente a la experiencia comercial del regalo dulce.
El riesgo es que lo cultural se vaya diluyendo si todo se consume sin reflexión: la experiencia de comunidad se convierte en evento comercial, la memoria colectiva se vuelve catálogo de objetos, la celebración deviene en impulso de comprar.
Consejos prácticos para celebrar con sentido y sostenibilidad
Aquí van algunas ideas para que tus celebraciones no sean solo luces y compras, sino momentos que cuiden lo que somos y el lugar donde vivimos:
Planificación consciente del consumo
Primero que todo, date un momento para pensar si es necesario comprar cosas nuevas. La reutilización puede ahorrarte dinero y disminuir el impacto ambiental.
Cuando hayas decidido, asegúrate de tener una lista antes de lanzarte a las tiendas, recuerda que su objetivo es vender y buscan crear necesidad.:
No compres por impulso. Si algo no será usado más de una vez, piensa dos veces.
Elige productos duraderos o reutilizables
Solo compra decoraciones que puedas guardar y usar en años siguientes.
Comparte o intercambia disfraces o vestuario entre amigos/familiares en lugar de comprar nuevos cada año.
Elige envases, vajillas y cubiertos reutilizables (o al menos retornables) en asados, fiestas y comidas grupales.
Apoya lo local y lo artesanal
Compra en ferias o emprendimientos locales, así generas menor huella de transporte y apoyas la economía local.
Elige regalos hechos a mano, dulces caseros o artesanías. Así ayudas a darle valor a la tradición y creatividad.
Reduce el desperdicio de alimentos y residuos
Cocina porciones ajustadas. Si sobra, guarda para otro día.
Si compras flores, elige opciones que duren o reutilízalas.
Recicla adecuadamente: separar plástico, vidrio, papel. Incentivar puntos limpios o entregas a recicladoras.
Celebrar es parte de lo que nos hace humanos. Es contar quiénes somos, de dónde venimos, qué amamos. Pero también es un ejercicio de responsabilidad: hacia otros seres, hacia quienes vienen después, hacia el planeta.
Si aprendemos a distinguir entre lo que celebramos con el corazón y lo que consumimos por hábito, podemos encontrar un equilibrio. Podemos vestirnos de tradición sin derroche, regalar desde el cariño sin generar residuos, proclamar identidad sin perder autenticidad.
Al final, lo importante no es cuánto se ve en Instagram, cuánto gasta el comercio ni cuántas luces se instalaron. Lo importante es si después de la fiesta nos queda algo más que basura: comunidad, memoria, sentido, esperanza.

