Sostenibilidad pop: cuando la música se convierte en un objeto de consumo

ODS

En la era del streaming y las plataformas digitales, podría pensarse que la música es más ligera que nunca: sin discos, sin cajas, sin transporte. Sin embargo, la realidad muestra lo contrario.
Mientras escuchamos canciones con un clic, detrás del escenario se levanta una enorme industria física (hecha de plástico, papel, vinilos y toneladas de merchandising) que impulsa el consumo y deja una huella ambiental difícil de ignorar.

La cultura pop, que alguna vez fue sinónimo de rebeldía y expresión, hoy se enfrenta a su propio dilema: ¿puede ser sostenible el fenómeno musical global?

  1. En la era del streaming y las plataformas digitales, podría pensarse que la música es más ligera que nunca: sin discos, sin cajas, sin transporte. Sin embargo, la realidad muestra lo contrario.
    Mientras escuchamos canciones con un clic, detrás del escenario se levanta una enorme industria física —hecha de plástico, papel, vinilos y toneladas de merchandising— que impulsa el consumo y deja una huella ambiental difícil de ignorar.

  2. La cultura pop, que alguna vez fue sinónimo de rebeldía y expresión, hoy se enfrenta a su propio dilema: ¿puede ser sostenible el fenómeno musical global?

 💿 Taylor Swift y el fenómeno de las múltiples versiones

El caso de Taylor Swift ilustra cómo el coleccionismo musical puede alcanzar niveles industriales.
Su álbum The Tortured Poets Department (2024) fue lanzado en seis versiones de vinilo y nueve ediciones de CD y cassette, cada una con arte y canciones exclusivas. El resultado: más de 2,6 millones de copias vendidas en su primera semana (Billboard, 2024).

Los fans, deseosos de completar la colección, adquirieron varias versiones del mismo disco. Y aunque las cifras son históricas para la industria, también lo son para el medioambiente: cada vinilo de PVC genera en promedio 0,5 kg de CO₂, sin contar las emisiones del transporte y la energía usada en la producción (Carbon Trust, 2023).

Un estudio de la University of Glasgow estimó que la huella de carbono total de los vinilos vendidos en Reino Unido equivale a 25.000 toneladas de CO₂ anuales, el mismo nivel que el consumo eléctrico de 5.000 hogares.

La música se escucha, pero también se imprime, se empaqueta y se transporta miles de kilómetros antes de llegar a manos de un fan.

El caso de Taylor Swift ilustra cómo el coleccionismo musical puede alcanzar niveles industriales.
Su álbum The Tortured Poets Department (2024) fue lanzado en seis versiones de vinilo y nueve ediciones de CD y cassette, cada una con arte y canciones exclusivas. El resultado: más de 2,6 millones de copias vendidas en su primera semana (Billboard, 2024).

Los fans, deseosos de completar la colección, adquirieron varias versiones del mismo disco. Y aunque las cifras son históricas para la industria, también lo son para el medioambiente: cada vinilo de PVC genera en promedio 0,5 kg de CO₂, sin contar las emisiones del transporte y la energía usada en la producción (Carbon Trust, 2023).

Un estudio de la University of Glasgow estimó que la huella de carbono total de los vinilos vendidos en Reino Unido equivale a 25.000 toneladas de CO₂ anuales, el mismo nivel que el consumo eléctrico de 5.000 hogares.

🌐 Un fenómeno global: del K-pop a los vinilos vintage

  • El impacto de la música como objeto de consumo no se limita a Corea o Estados Unidos.
    En América Latina, artistas como Bad Bunny o Danna Paola lanzan ediciones limitadas en vinilo y casete, retomando el valor de lo físico como parte del prestigio cultural.
    Mientras tanto, en Europa, la fiebre del vinilo ha impulsado la reapertura de plantas de prensado, muchas de las cuales siguen utilizando PVC virgen (uno de los plásticos más contaminantes), por su brillo y durabilidad.

  • El problema no es la nostalgia, sino la escala y frecuencia del consumo.
    En vez de un objeto duradero, el vinilo se ha vuelto parte del “ciclo rápido” de la cultura pop: múltiples versiones, tirajes limitados, relanzamientos y ediciones exclusivas cada pocos meses.

♻️ ¿Qué podemos hacer?

La buena noticia es que existen alternativas y movimientos que buscan transformar esta industria desde dentro:

  1. Materiales alternativos: algunas empresas como Evolution Music están experimentando con vinilos hechos de bioplásticos o con PVC reciclado.

  2. Ediciones digitales coleccionables: con arte digital, experiencias de realidad aumentada o acceso exclusivo sin soporte físico.

  3. Merch local y sostenible: pequeñas marcas producen merchandising artesanal con materiales reciclados o textiles orgánicos.

  4. Campañas de educación y transparencia: artistas como Billie Eilish y Coldplay han hecho de la sostenibilidad parte de su mensaje y logística de gira, reduciendo transportes aéreos, usando energía renovable y compensando emisiones.

  5. Reutilización y reventa responsable: plataformas como Discogs o Depop fomentan el intercambio de vinilos y ropa de conciertos, extendiendo la vida útil de los productos.

La sostenibilidad pop no busca culpar, sino reeducar el deseo de consumir música: no dejar de comprar, sino hacerlo con sentido.

🪩 Cultura pop, poder cultural y responsabilidad

La cultura pop tiene un poder que va más allá del entretenimiento: define hábitos, impulsa economías y moldea valores.
Así como en los años 70 la contracultura promovió la conciencia ambiental a través de la música, hoy el desafío es integrar esa misma energía en una nueva narrativa donde la emoción y la conciencia ambiental convivan.

La música seguirá siendo un refugio y un lenguaje universal, pero el planeta necesita que también sea un aliado.

Quizás el verdadero cambio no esté en apagar los vinilos ni en dejar de coleccionar, sino en replantear el significado de “fan”: alguien que no solo apoya a su artista, sino también al mundo que ambos habit

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