Huracanes en América Latina

ODS

Huracán Mitch, 1998

En octubre de 1998, el huracán Mitch azotó Centroamérica con una violencia y persistencia pocas veces vistas: más de 11.000 personas perdieron la vida y los daños se estimaron en miles de millones de dólares.

Era un aviso de lo que vendría. Veintiséis años después, América Latina afronta huracanes más frecuentes, más intensos y más difíciles de predecir, y el papel del cambio climático es cada vez más claro.

¿Qué es un huracán y cómo nos afecta?

Un huracán es un ciclón tropical, según la RAE: viento muy impetuoso y temible que, a modo de torbellino, gira en grandes círculos, que se forma sobre aguas cálidas del océano (normalmente por encima de 26 °C) y obtiene su energía del vapor de agua que se condensa en el centro de la tormenta.

  • se forman sobre aguas cálidas del océano (más de 26 °C), 

  • ganan energía mediante la condensación de vapor de agua, 

  • tienen vientos sostenidos que pueden superar los 250 km/h 

  • y dejan tras de sí lluvias torrenciales, marejadas ciclónicas, inundaciones y daños estructurales.


En América Latina, las zonas caribeñas, Centroamérica y el Golfo de México han sido históricamente vulnerables. Pero el mapa de riesgo se está ampliando.

Casos históricos que no olvidamos

Huracán Catarina, 2004.

  • Huracán Mitch (1998): categoría 5, se estancó sobre Honduras y Nicaragua, causó lluvias de más de 900 mm en zonas montañosas, provocó deslizamientos que enterraron comunidades enteras.

  • Huracán Stan (2005): aunque relativamente débil en categoría, provocó deslizamientos masivos en Guatemala, El Salvador y México. Se estima que dejó más de 1.600 muertos.

  • Huracán Catarina (2004): raro pero significativo: fue el primero en tocar tierra en el Atlántico sur de Brasil, recordándonos que los huracanes pueden cambiar de “norma”.

Estos eventos muestran dos cosas: la vulnerabilidad latinoamericana (infraestructura débil, pobreza, zonas costeras densamente pobladas) y que algo está cambiando en el clima.

¿Por qué el cambio climático importa?

Los huracanes requieren calor, agua y humedad. Al subir la temperatura del planeta, los océanos retienen más energía y vapor, y los fenómenos extremos se agravan.

  • Según la World Meteorological Organization (WMO), la región de América Latina y el Caribe enfrentó en 2024 eventos “récord” de huracanes, incendios, sequías e inundaciones.

  • Un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina indica que las pérdidas económicas ligadas a tormentas y huracanes aumentan en correlación con el incremento de temperatura del mar.

  • Las lluvias extremas vinculadas a sistemas tropicales generan más inundaciones y desplazamientos: más de 1,2 millones de personas fueron desplazadas en 2021 en la región por desastres agravados por el clima.

Por tanto, ya no podemos tratar los huracanes como “problemas aislados”: son síntomas de un sistema climático que cambia.

¿Qué está pasando en América Latina ahora?

La infraestructura costera sigue siendo frágil: viviendas informales en zonas inundables, manglares que desaparecen, sistemas de alerta insuficientes. 

Un análisis del Inter‑American Development Bank (IDB) muestra que Honduras, Guatemala y Nicaragua siguen siendo de los países con mayor vulnerabilidad ante huracanes.


Nuevas rutas de tormenta, mayor energía disponible, y fenómenos como La Niña/El Niño que alteran patrones, hacen que áreas antes “seguras” se vean en mayor riesgo

¿Qué podemos hacer?

  • Adaptación urbana: mejorar la infraestructura, proteger manglares, elevar viviendas y reforzar alertas.

  • Mitigación climática: reducir emisiones y así ayudar a frenar el calentamiento de los océanos.

  • Justicia climática: dar prioridad a las comunidades más vulnerables que tienen menos margen de maniobra.

  • Educación y cultura del riesgo: que la ciudadanía conozca sus zonas seguras, que las ciudades hagan mapas de riesgo.

Como dice un informe de la WMO: “No basta con prepararnos.”

Cuando hablamos de huracanes, no solo hablamos de vientos o lluvias. Hablamos de decisiones, riesgos, infraestructura, derechos humanos y el planeta que habitamos. La próxima gran tormenta ya está en la repetidora… hagamos que el mundo esté listo.

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